La transformación de la perrera municipal de Palencia en un albergue de perros abandonados le ha supuesto a la gestora del centro un déficit de 9.000 euros. Esperanza Animal firmó el contrato de gestión de la perrera municipal en julio de 2009 por una asignación anual de 13.777 euros anuales.
Fuente: El Norte de Castilla

El Norte de Castilla, 20.02.11. SU propósito era convertir la perrera en un albergue de animales. Eso significa evitar a toda costa el sacrificio de los animales, proporcionarles una buena alimentación, adecuadas condiciones de vida y cuidados veterinarios, además de fomentar la búsqueda de amos que se hicieran cargo de los perros y gatos abandonados que se recogen y se llevan a las instalaciones situadas cerca de la carretera de Autilla.

Con esta determinación, la Federación de Asociaciones Esperanza Animal asumió hace algo más de año y medio la gestión de la perrera municipal, cuando se le adjudicó el servicio por un periodo de tres años y tras un polémico enfrentamiento, denuncias incluidas, con el anterior responsable de las instalaciones. A fecha de hoy, y pasado el ecuador del período de contrato con el Ayuntamiento, Cristina Pascual, presidenta de la federación, tiene ya experiencia de lo que es verse sobrepasada personal y económicamente por el proyecto. Y, además, tampoco le han faltado críticas.

Esperanza Animal -integrada por las asociaciones Amigos de Milord, Socorro, Adeba y Amigos de los Animales de Guardo- firmó el contrato de gestión de la perrera municipal en julio de 2009 por una asignación anual de 13.777 euros anuales. La Diputación aporta otros 1.525 euros mensuales por la recogida de los animales abandonados de la provincia. Con estos ingresos, que suman algo más de 38.000 euros al año, llegaría para cubrir unos gastos ordinarios de alimentación y sanidad de los animales recogidos. Pero el presupuesto se ha revelado claramente insuficiente para las obras que se han acometido en las instalaciones y para los gastos en clínicas veterinarias por curas, cirugías y otros tratamientos a perros que llegan malheridos al albergue, con fracturas o lesiones debido a atropellos, con enfermedades o infecciones.

Con nombre propio

Cirugía y hospitalización a «Coloso», por un atropello; abscesos en las patas, curas diarias y fijadores a «Mitch»; tratamiento por fracturas múltiples a un galgo negro; tratamiento para la hiperplasia vaginal, esterilización y suplemento vitamínico para «Anika»; tratamiento de coronavirus a «Jeovana» y «Vedete», y castraciones o esterilizaciones a «Elmo», «Blanqui», «Debbi», «Bady», «Quimbel»… Son algunos de los conceptos que figuran en la factura remitida a la responsable del albergue de animales por una clínica veterinaria, a la que la sociedad gestora de la perrera debe más de 3.000 euros, según reconoce Cristina Pascual. De hecho, solo en este primer año y medio de gestión, el gasto en clínicas veterinarias ha sido de 35.000 euros.

La responsable del refugio ha tenido que escuchar -más bien, leer- críticas en FACEBOOK por el excesivo gasto veterinario. Pero Cristina Pascual afirma de forma contundente que «yo soy la que me busco la vida para pagarlo, yo soy la que asume las deudas». La vía más expeditiva «y que otros aplicaban» -recuerda- sería esperar los 21 días que marca la ley y sacrificarlos, «pero me niego a dejar sin atención a un animal que esté sufriendo», subraya.

Cristina Pascual puntualiza que procedimientos como la desparasitación y vacunas son imprescindibles y se aplican a todos los animales del refugio, al igual que la esterilización. «No puedo entregar un animal a alguien que quiere acogerlo, porque luego vienen con un montón de crías y eso supone un problema añadido, además de que puede ser motivo de reclamación o de que te lo devuelvan», indica.

A su pesar, también los responsables de la Federación Esperanza Animal se han visto obligados a sacrificar perros. Eran animales agresivos que suponían un peligro para los cuidadores o para otros perros, explica la presidenta de Esperanza Animal, y detalla que estas decisiones se adoptaron en junta directiva, «con 18 personas presentes», y tras visitas de una etóloga y de veterinarios.

El otro gran proyecto para transformar la perrera en refugio, y que le ha supuesto a Esperanza Animal una fuerte inversión de 16.800 euros, es el acondicionamiento de las instalaciones. Las obras principales han consistido en la construcción de 16 cheniles nuevos. El propósito de estos departamentos es el de mantener los perros separados, ya que cuando estaban juntos en la zona común se producían sangrientas peleas por las luchas de dominio. En una de ellas, incluso resultó malherida una voluntaria al tratar de salvar a un perro que estaba a punto de ser destrozado por los otros. Previamente, se adquirieron seis módulos desmontables, por importe de 6.000 euros, hasta que se hicieron las obras.

Los nuevos módulos son amplios, de ocho metros cuadrados, de forma que los animales no se sienten enjaulados. Además, mientras se limpian los departamentos, los animales salen al patio donde pueden correr, explica Cristina Pascual.

También se ha construido un muro interior para aislarlos del frío, y se han colocado en parte tejados aislantes. La obra, explica la presidenta de la federación, ha quedado suspendida por falta de presupuesto, aunque tiene previsto aplicar el enfoscado y terminar de instalar los tejados en la parte delantera cuando tenga disponibilidad económica, indica Cristina Pascual.

En la zona dedicada a los gatos, se ha colocado suelo de baldosas, y se han comprado recipientes de plástico para la alimentación y la higiene, juguetes y elementos rascadores para las uñas de los felinos. «Cuando llegamos, el suelo era de cemento, frío y antihigiénico. Si los gatos vomitaban o hacían sus necesidades fuera de las cajas de arena, era mucho más difícil desinfectarlo», explica la presidenta de la federación. «Los animales dormían antes en cajas de cartón o, en algún caso, en cunachos de mimbre», recuerda Cristina Pascual.

Los responsables del centro de recogida de animales solicitaron en su día al Ayuntamiento que acometiera las obras, pero en plena época de crisis la institución no estaba dispuesta a asumir esos gastos y, en todo caso, aclaró a la federación de asociaciones que se había convocado el concurso para contratar el servicio de una perrera, y que para este tipo de centro, las instalaciones reunían las condiciones adecuadas.

El refugio da cobijo ahora a 115 perros y 33 gatos. Esto supone un gasto mensual de 1.500 euros en pienso para perros, otros 600 euros al mes en comida y arena para los gatos. A ello se añaden gastos de gasolina y la ITV de los vehículos que se utilizan para la recogida de animales abandonados, los gastos de telefonía, de gestoría y, desde luego, los gastos de personal -15.552 euros al mes en sueldos de las dos personas contratadas-. Así, si se tienen en cuenta las inversiones en obras y el gasto sanitario, la gestión del albergue en este primer periodo ha generado un déficit que supera los 9.000 euros.

Pero, para la presidenta de la federación, ha sido si cabe más elevado el coste personal. «En todo este tiempo, no he sabido lo que es descansar un fin de semana, ni unas vacaciones. Incluso he pasado la Nochebuena en el refugio, porque ningún voluntario está dispuesto a quedarse un día como ese a cuidar los animales», según declara.

Pese a ello, está dispuesta a seguir responsabilizándose del refugio más allá del plazo del contrato, y no porque le gusten estas condiciones. «Esto no lo quiere nadie, porque no hay quien lo aguante, cuando además tienes gente acosándote con críticas. Pero he demostrado que se puede gestionar sin sacrificar a los animales y no pienso dejar unos perros que conozco por su nombre en manos de un perrero», asegura Pascual, en alusión a quienes son partidarios de eliminar los perros enfermos o heridos.